Entre tantos que me gustaría ser, está el que te lee a diario. Porque escribís a diario y yo, todos los días, tengo el permiso de entrar un rato en vos y enterarme que seguís enamorada de todos de los que estuviste enamorada alguna vez (por ejemplo).
O descubrir que tu juego de "sola mejor, porque al final, solos estamos" esconde esa necesidad imperiosa de que te hagan cosquillas en las rodillas. O te besen el cuello. O te desordenen la cocina.
Me gustaría eso en vez de descubrirte tarde, y querer consumirte a tarascones, atragantándome de tus escritos y tus sonidos. Te dejo musicalizar mi día, me transmuto en tus historias y, como es previsible, quisiera vivirlas todas.
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