martes, 21 de septiembre de 2010

Todos locos.

Si lo que me gustó siempre de vos, morocha, fue la locura de tu corazón redondo de libertad.

viernes, 16 de julio de 2010

Vos y yo podremos tener todos los idas y vueltas que sean, pero que fuimos y somos sinceros en cuerpo y alma, no te voy a dejar nunca que me lo discutas, habré de cerrarte la lógica a besos, de ser necesario

Te quiero.

Tengo como costumbre, dejar el Titulo vacío hasta que se realmente qué es lo que escribí. Algo que desconozco de entrada, pero soy el primero en enterarme.

miércoles, 2 de junio de 2010

Porque se, que para ser marea alta, primero tengo que ser marea baja. Para ser el mejor, tengo que ser alguna vez el peor. Para ser alguna vez el último, alguna vez tengo que ser uno más.

A la altura de tus colores.

Durante una mañana, me iluminaste con tu Marzo. No morí de dudas, pero dolieron. Y finalmente, fue escuchar tu Abril lo que me dió el golpe mortal.

Ya nunca seré el que imaginé que sería. Y no porque no quiera, solamente porque ya no debo serlo. Yo diré que no te merezco, vos dirás que no sea extremista.

Sin embargo, espero. Alguna vez estaré a la altura de tus colores. Espero que no demasiado tarde.
Porque todos, absolutamente TODOS, jugamos a ser alguien. Algunos, por siempre.

Si fuera pensamiento...

Cómo me gustaría alguna vez tener la certeza que me la tenés jurada. Saber, con calidad notarial, que te estás refiriendo a mi. Que me odiaste, pero que tuviste que perdonarme. Que estás segura que me querés, aunque no te convenga ni un poquito, y que te lamentás de ello.
Quisiera tanto, ser tan tuyo en pensamiento.
Porque mientras estemos vivos, ni la muerte puede cerrar las cuentas. Porque mientras pueda reimaginarte, nada entre los dos habrá terminado.

Vivir en tus historias.

Entre tantos que me gustaría ser, está el que te lee a diario. Porque escribís a diario y yo, todos los días, tengo el permiso de entrar un rato en vos y enterarme que seguís enamorada de todos de los que estuviste enamorada alguna vez (por ejemplo).

O descubrir que tu juego de "sola mejor, porque al final, solos estamos" esconde esa necesidad imperiosa de que te hagan cosquillas en las rodillas. O te besen el cuello. O te desordenen la cocina.

Me gustaría eso en vez de descubrirte tarde, y querer consumirte a tarascones, atragantándome de tus escritos y tus sonidos. Te dejo musicalizar mi día, me transmuto en tus historias y, como es previsible, quisiera vivirlas todas.